LA CORTE DE LOS MILAGROS
Antes
de bajarme un rato a la playa he tomado un libro al azar de esos que me gusta
releer: “La Corte de los milagros” de Valle Inclán. Y me he quedado
estupefacta: ¡Estamos igual que en tiempos de Isabel II de Borbón, ‘la chata’, reinante
en el ya lejano siglo XIX! Ha sido llegar la derechona y abrirse el frasco de
las esencias más rancias y cavernícolas de la España eterna. Unas pocas citas
bastarán. Ya verán cómo les suena.
“Sus
laureadas calvas se fruncían de perplejidades con los tropos de la oratoria
demagógica”. Ahora, en vez de calvas, proliferan rubias de bote que hablan de
finiquitos simulados y en diferido, de movilidad externa en lugar de emigración
forzosa, de perroflautas malolientes en Sol, y hasta exclaman sin demagogias
¡que se jodan! cuando se trata de parados.
-“¡Pegar
fuerte a ver si se enmiendan! ¡No se enmendaban!” Alguna ciudadana se quedó
tuerta, pero el ministro del ramo jura impertérrito que jamás se dispararon
pelotas de goma. Muchos fueron arrastrados y golpeados, pero la gente sigue en
las calles.
“Los
banqueros sacan el oro de sus cajas fuertes para situarlo en la pérfida Albión
(…) Todo lo acarreaba la judaica pasión por los bienes terrenales, ahora más
temosa con la quiebra fraudulenta del Banco de Castilla”. De esos tenemos
muchos, pero en lugar de la City de London, su destino es ahora la plácida
Suiza o a las exóticas Islas Caimán. Pagamos sus astronómicos retiros y
rescatamos los bancos hundidos por su inepta gestión mientras los impuestos
suben y los sueldos bajan. A todos les invade su sed de oro. Y el resto pagamos
su enriquecimiento con una brutal crisis inventada y diseñada a su medida.
“Astures
y vizcaínos de las minas promueven utópicas rebeldías por aumentar sus salarios”.
Todavía recuerdo la emocionante entrada en Madrid de los mineros asturianos con
sus linternas encendidas en la noche. ¿Qué pasó? Nada. La Corte de los milagros
ni sabe ni contesta: sólo se atrinchera.
“Desde
todas las esquinas nacionales lanzaban roncas contra las logias masónicas, que
en sus concilios de medianoche habían decretado la revolución incendiaria, el
amor libre y el reparto de bienes”. Los masones de entonces eran los liberales
que más tarde se atrincheraron en Cádiz para hacer la primera Constitución
contra el poder absolutista. Los liberales de hoy sólo creen en la ‘libertad de
mercado’, pues las demás libertades se las pasan por el arco de la Puerta de
Alcalá. Mírala, mírala… la, la, la, la.
“En
Lucena, Montilla y Villar del Duque, los gremios menestrales y las peonadas
agrarias asaltaban los archivos municipales y les ponían lumbre. Era su clamor
por el reparto de tierras”. Hoy asaltan supermercados para repartir material
escolar. O se enfrentan a los mismos duques y duquesas de entonces, que reciben
suculentos cheques por extensas fincas baldías, mientras lucen palmito en Ibiza
o Marbella. Y esto después de treinta años de gobierno socialista. Por decir
algo.
“Con
el susto de las represalias se fugaban a las capitales de provincia los caciques
y alcaldes de Real Orden. Se desvanecían los alguaciles y chulos del
resguardo”. Ahora se refugian en escaños del Parlamento o del Senado. Otros se
atrincheran en diputaciones, que son ya cementerios de elefantes amortizados
que sestean sobre nuestras costillas o los meten en las litas de los ERES
fraudulentos.
“Las
negras sotanas escalaban los cerros capitaneando las fanáticas rogativas. Sobre
el horizonte incendiado, los niños pastores señalaban las celestes
apariciones”. Las negras sotanas, que en la anterior legislatura capitaneaban
manifestaciones contra el pérfido Zapatero, hoy susurran al oído de Gallardón,
que está más que dispuesto a sepultarnos en la eterna España católica con
soflamas de libertad para las gestantes y proclamas de igualdad para los padres
ofendidos y maltratados por la milenaria maldad de las mujeres, que lo quieren
todo, incluidos los hijos.
Otros muchos
esperpentos siguen desvelando nuestros sueños: el Eurovegas, el turismo
sanitario, los seis millones de parados, los brotes verdes, el final del túnel,
el “no me consta”, “no recuerdo”, ¡que inventen ellos!, el secular déficit
tarifario de la energía, la gripe A y el ‘tamiflú’ de Donald Rumsfeld. Pero no
importa, nuestra fe nos salvará: ¡Viva la Virgen del Rocío!
Señoras
y señores: el secreto de todo éste ‘eterno retorno’ es que España se ha
modernizado muchíiiisimo, pero sin rozar siquiera la Modernidad.
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